viernes, 23 de diciembre de 2016

Sirviendo en Frontera

"Las fronteras no son del este o del oeste, el norte o el sur, sino allí donde el hombre se enfrenta a un hecho" Henry David Thoreau
Viajar a la frontera representa una transición bastante interesante, no hablo aquí de la frontera de grandes ciudades, hablo del campo, de la Venezuela profunda, de aquellos lugares en donde un camino de asfalto es un lujo, en donde las personas famélicas dejan de estar en fotografías de otros continentes, y se trasladan a 3 horas de tu hogar. Así mismo, te vas dando cuenta a medida que recorres cada kilómetro como vas dejando atrás las ataduras de la sociedad a la que estás acostumbrado y que te aprisiona en una cotidianidad que no deja respirar tu conciencia.

¿Y qué tal si nos olvidamos de los formalismos? ¿Qué tal si llamamos las cosas por su nombre? Así dejamos la hipocresía del mundo moderno, en donde lo que tienes dice lo que vales, donde las personas pasan horas trabajando en actividades que odian, para gastar su dinero intentando demostrar a los demás que son mejores. No hay vida más vacía que aquella en la cual te crees alguien que no eres, para impresionar a personas que no conoces,  gastando el dinero que no tienes, sabiendo que te olvidaran como a muchos.

Quizás la verdadera razón de la vivir no sea más que marcar, dejar huella en corazones, cabezas y manos para no ser una víctima del olvido flotando en el río de los recuerdos

Los humanos y nuestras estúpidas formas de hacernos daño, no demostramos otra cosa que ser una especie muy joven, que aún se asesina por los motivos más fútiles como lo puede ser un queso. ¿Qué dirán nuestros descendientes en 200 años sobre nosotros? Probablemente descubrirán mejores formas de gobierno, y seremos vistos como seres tan tontos como aquellos que postulaban la teoría heliocéntrica y pasaremos a la historia por el "descubrimiento del Internet" como quien habla del descubrimiento del fuego o de la rueda.

La cuestión es hacer nuestras vidas un poco menos miserables, miserables en el sentido de que no miramos más allá de lo que está frente a nosotros, y simplemente nos convertimos en autómatas criados para trabajar durante 30 años y luego jubilarse, siendo parte de un sistema que hace a los ricos mucho más ricos, y a los pobres los aparta como niño que no quiere vegetales en su plato.

Tal vez una vida humana solo sea un suspiro en el mar de la existencia del universo, pero nosotros decidimos si es uno de alegría o de tristeza, y en función de ello debemos actuar, con ética campesina  como diría alguna amiga, aplicando lo que pregonamos y advirtiendo que solo tenemos una vida, que es muy corta, y que debemos vivirla para nosotros, pero marcando otras tantas, siempre teniendo como norte la felicidad.

¿Qué podemos decir de la meta si no recorremos el camino? ¿Cómo saber la historia del otro si no se la preguntamos? ¿Cuándo merecemos ser atendidos si nunca atendemos a los que nos rodean? Sin duda, estas preguntas nos invitan a reflexionar, y cada quien le dará una respuesta diferente, porque la individualidad nos hace lo que somos, es decir, únicos.


Es sumamente curioso que visitamos lugares lejanos para descubrirlos, pero terminamos descubriendo nuestras propias fronteras, nuestros límites y sacando lo mejor de nosotros mismos.